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La Sensibilidad Melódica y la Maestría Técnica de Lari Basilio en la Guitarra Instrumental

En la cartografía de la guitarra moderna, pocas figuras han sabido construir un espacio propio con tanta elegancia y determinación como Lari Basilio. Nacida en São Paulo, su obra parece dialogar con esa ciudad inabarcable: caótica y lírica a la vez, cargada de ritmos cruzados, de contrastes sonoros que se rozan y se desafían. Basilio se presenta en ese escenario como una voz singular dentro de la guitarra instrumental, heredera de la tradición virtuosa pero reacia a quedar atrapada en la jaula del despliegue técnico por el despliegue mismo. Su música respira con una sensibilidad melódica poco frecuente, y esa cualidad —la capacidad de hacer cantar cada nota— es la que la distingue en un panorama donde la velocidad suele imponerse sobre la expresión.


En los últimos años, la guitarra instrumental ha vuelto a reclamar su lugar en la conversación estética del jazz contemporáneo y de sus alrededores. En esa frontera difusa donde el jazz-fusión se encuentra con la tradición melódica de la canción brasileña y la energía contenida del rock instrumental, el sonido de Lari Basilio se ha impuesto con una nitidez sorprendente. Su aparición no responde al arquetipo del guitarrista que busca seducir con la velocidad de su mano derecha o con un arsenal de escalas desplegadas a contrarreloj. Basilio se erige como la heredera de una tradición que privilegia la melodía y la intención narrativa, una estirpe que va de Wes Montgomery a Pat Metheny, pero con un lenguaje contemporáneo y profundamente marcado por su formación en São Paulo, donde la música popular y la sofisticación armónica conviven en un mismo pulso vital.


La sensibilidad melódica que caracteriza su obra es su carta más distintiva. A diferencia de tantos instrumentistas que se refugian en la pirotecnia del virtuosismo, Basilio convierte cada frase en una declaración emocional. En Far More (2019), ese lirismo se despliega sobre un sustrato de fusión que recuerda que la melodía puede ser tan poderosa como un solo de alta tensión armónica. 



Con Your Love (2022), Basilio asumió el control absoluto de la composición y producción, mostrando no solo a la instrumentista consumada, sino también a la artista integral que entiende el estudio como extensión de su paleta expresiva. Aquí, los recursos del jazz-fusión se cruzan con progresiones de guitarra que evocan el pop sofisticado y con la riqueza tímbrica de la música brasileña, confirmando que su obra no se deja encapsular en un género, sino que se despliega en un territorio donde las etiquetas se vuelven imprecisas.

El aspecto técnico, que en muchos casos sería el centro del elogio, en Basilio aparece como un vehículo más. Su dominio del finger picking híbrido — esa alquimia de púa y dedos para tocar la guitarra — se ha convertido en su firma. No es un recurso accesorio, sino una ampliación de las posibilidades expresivas del instrumento. Al liberar los dedos para atacar las cuerdas con independencia, logra una polifonía que recuerda al contrapunto pianístico y que abre un espacio rítmico mucho más complejo que el habitual en la guitarra eléctrica. El resultado es una ejecución donde las líneas melódicas conviven con figuras de acompañamiento internas, como si Basilio estuviera tocando dos guitarras al mismo tiempo. Este procedimiento la conecta, aunque en una clave moderna, con la tradición del jazz de ampliar la voz del instrumento más allá de sus límites naturales.


El control dinámico, por su parte, merece mención aparte. Basilio entiende la guitarra eléctrica como un instrumento de respiración acústica. Ajustando el volumen desde la perilla de su Ibanez LB1, pasa con naturalidad de un susurro limpio a un rugido distorsionado sin perder continuidad discursiva. Esa atención al matiz la aproxima más al jazzista que al guitarrista de rock: es un trabajo de color, de timbre, de microdiferencias que construyen un discurso. Sus elecciones de equipo —los amplificadores Laney, el pedal JHS Violet diseñado junto a ella misma— no son un catálogo de marcas, sino un arsenal cuidadosamente configurado para expandir la riqueza expresiva del tono.

La seriedad de su propuesta también se refleja en la nómina de colaboradores con los que ha trabajado. Basta mencionar a Vinnie Colaiuta en la batería y a Leland Sklar en el bajo, nombres que remiten de inmediato a décadas de excelencia en los territorios de la fusión y del jazz de estudio. Lejos de ser un gesto cosmético, estas colaboraciones muestran a una artista que comprende que la grandeza de una composición instrumental se eleva en la interacción con músicos capaces de dialogar y responder desde su propio virtuosismo. En esas sesiones, Basilio nunca se impone como solista autoritaria; más bien se inserta como vértice de un triángulo de fuerzas donde cada instrumento aporta a la narrativa común.


Lo que fascina, sin embargo, es que en un momento en que la guitarra instrumental parece atrapada entre la nostalgia del shred ochentero y la experimentación a veces hermética del jazz de vanguardia, Lari Basilio ha encontrado un camino distinto. Su música es accesible sin ser superficial, compleja sin caer en el artificio, íntima sin cerrarse en sí misma. Pertenece a la tradición del jazz-fusión en tanto que se nutre de su apertura estilística, pero también se distancia de ella al reinstaurar la melodía como núcleo del discurso. En esa tensión entre lirismo y técnica, entre control y libertad, su voz se eleva como una de las más personales de la guitarra contemporánea.

Y tal vez allí resida la verdadera importancia de Basilio: recordarnos que el futuro de la guitarra instrumental —y por extensión, del jazz y sus periferias— no depende de la velocidad de los dedos, sino de la profundidad de lo que se tiene para decir con cada nota.



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