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20250926

TOP 5 - Consumo de Producciones Musicales del Jazz en 2024/25

La mayoría de los lectores de "Actual Jazz" hemos sabido observar que los cambios en los modos de consumo en la música de jazz se reflejan tanto por la salud del género como por sus tensiones internas. El año 2024 y lo que va del 2025, se perfila como un momento delicado y revelador: más allá de los dichos triunfalistas sobre el resurgimiento del vinilo o el reinado del streaming, lo que emerge es un paisaje cultural fragmentado, un jazz dividido entre masas y minorías de leales. Propongamos entonces una evaluación crítica del consumo de las producciones de jazz en 2024, apuntando no sólo las cifras, sino las prioridades estéticas que subyacen a esas cifras y qué indican sobre el porvenir del género.


Los informes de la industria consignan un récord histórico de streams a nivel global, con un crecimiento interanual significativo que consolida al streaming como el eje gravitatorio del mercado musical. No obstante, esa hegemonía no es uniforme. Mientras los mercados maduros como Estados Unidos experimentan una expansión más moderada, los territorios emergentes empujan hacia arriba la masa de reproducciones. En el jazz ese oleaje digital no siempre traduce arrebato artístico: muchas de las grabaciones disponibles compiten en un océano expansivo, donde las más discretas quedan sepultadas por la marea del catálogo masivo. Casi la mitad de las pistas disponibles recibieron un número mínimo de escuchas en 2024, lo que es un síntoma claro del efecto de “cola larga” en que vive gran parte del jazz contemporáneo: mucho disponible, poco escuchado.

Pero contrariamente al discurso simplista de que todo va al streaming, 2024 confirma que el formato físico —y en particular el vinilo— detenta un estatus simbólico y tangible que el jazz ha sabido capitalizar. Aunque las estadísticas globales específicas para el género son menos precisas, los análisis del mercado general aseguran un crecimiento sólido del ingreso físico y niveles históricos en ventas de vinilos en Estados Unidos. En géneros como el jazz, la proporción de consumo en medios físicos sigue siendo más alta que en otros estilos, lo que demuestra que la audiencia más comprometida continúa expresando su fidelidad mediante compras tangibles y coleccionables.

Para calibrar el consumo del jazz en 2024 no basta con aislar streaming o ventas físicas: es necesario cruzar múltiples fuentes. Aquí interviene una metodología híbrida, entre datos cuantitativos —listas de radio, reproducciones, rankings— y posicionamientos cualitativos —menciones críticas, prestigio dentro de comunidades especializadas—. En ese sentido, los rankings anuales de jazz en la radio destacan a Etienne Charles con su Creole Orchestra en el primer lugar, seguido por Ulysses Owens Jr. con A New Beat. Estos resultados son relevantes porque plasman la exposición que recibe el jazz en circuitos convencionales de difusión. Pero, más allá de ese “mainstream jazzero”, las listas de críticos y colectores revelan otro panorama: álbumes de Mary Halvorson (Cloudward), Kamasi Washington (Fearless Movement), Charles Lloyd (The Sky Will Still Be There Tomorrow), Vijay Iyer (Compassion) y el proyecto de The Messthetics con James Brandon Lewis figuran recurrentemente como obras de alta consideración estética y de fuerte impacto creativo. Este tipo de repertorios revela tanto la amplitud del jazz como el grado de atención que ciertos lanzamientos obtienen entre quienes escuchan con una lente de aumento.

Cuando se cruzan estos polos —difusión masiva radial y digital por un lado, recepción crítica especializada por otro— emergen varias conclusiones. Primero, los álbumes que logran atravesar del circuito de aficionados al circuito más amplio lo hacen casi siempre mediante elementos de accesibilidad: melodías definidas, arranques con gancho, contaminaciones con géneros cercanos como el soul, el latin o el funk. Segundo, buena parte de la innovación más radical circula silenciosamente: no siempre genera muchas reproducciones, pero sí prestigio de nicho. Y finalmente, el consumo de catálogo —reediciones, remasterizaciones o ediciones de lujo de discos clásicos— continúa siendo un pilar del consumo serio de jazz. No pocos oyentes prefirieron en 2024 reinvertir en versiones históricas de placas canónicas antes que apostar a lanzamientos modernos de marca amplia.

Podríamos elaborar un “Top 5” de álbumes más consumidos en 2024 con las ponderaciones anteriores —aunque con todas las reservas metodológicas que ello conlleva. Ese quinteto podría estar conformado por Creole Orchestra de Etienne Charles, A New Beat de Ulysses Owens Jr., Cloudward de Mary Halvorson, Fearless Movement de Kamasi Washington y The Sky Will Still Be There Tomorrow de Charles Lloyd. No todos estos coincidirán con la lista de un coleccionista tradicional, pero sí reflejan el entrecruzamiento entre consumo masivo y cultivo estético efectivo en 2024.

Al cerrar este balance conviene insistir en lo que 2024/25 enseña al jazz contemporáneo: no basta con producir excelencia; hay que cultivar públicos. Los streams serán imprescindibles, el vinilo seguirá siendo bandera de identidad, y las críticas seguirán señalando los faros estéticos. Pero el jazz debe atraer sin traicionar: presentar lo que su núcleo vanguardista sueña de noche, pero con suficientes puntos de entrada para que jóvenes oyentes puedan encontrar el camino interior. Si el género logra comunicar su densidad sin cerrarse en bóvedas de culto, no sólo resistirá en ese mercado fragmentado, sino que podrá caminar hacia nuevas generaciones. En 2024 y lo que va del 25, vimos rastros alentadores de eso: más que un período de consolidación, fue un acto de re-equilibrio.

Top Five de Actual Jazz 2024/25


Creole Orchestra 
Etienne Charles





A New Beat 
 Ulysses Owens Jr.





Cloudward
Mary Halvorson





Fearless Movement 
Kamasi Washington





The Sky Will Still Be There Tomorrow
Charles Lloyd










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