Este olvido total borró no solo su identidad, sino también su carrera musical, que había comenzado a los 15 años. A pesar de haber trabajado con grandes figuras del jazz y haber desarrollado un estilo único que combinaba el hard bop con influencias del rock y la música del mundo, todo esto se desvaneció en un instante. Al salir del quirófano, no reconocía ni a sus padres ni a sí mismo. La guitarra, su compañera de toda la vida, se convirtió en un objeto extraño; no sabía ni lo que era un acorde.
La lucha de Martino para recuperar su vida fue monumental. Al principio, sus padres le mostraban las carátulas de sus discos, pero él no reconocía ninguna. Sin embargo, en lugar de rendirse, decidió enfrentarse a su amnesia. Comenzó a escuchar sus propias grabaciones repetidamente, tratando de recordar cómo tocar y redescubriendo poco a poco su amor por la música. Este proceso fue similar al de Django Reinhardt, quien también tuvo que reaprender a tocar tras un trágico accidente.
El camino hacia la recuperación fue largo y arduo; le tomó varios años volver a dominar su instrumento. En 1984, intensificó sus sesiones de estudio y se sumergió en las grabaciones que alguna vez había realizado. Para 1987, después de años alejado del mundo musical, lanzó "The Return", un álbum que simbolizaba su regreso triunfal al jazz. Este trabajo no solo marcó su retorno a la escena musical sino que también evidenció su capacidad para superar la adversidad.
Martino no solo recuperó su habilidad técnica; también redescubrió la belleza y la honestidad en su música. Su viaje es un recordatorio poderoso del vínculo entre el arte y la identidad personal, mostrando cómo la música puede ser tanto un refugio como una herramienta para reconstruir lo perdido. A través de su perseverancia y amor por la guitarra, Pat Martino logró renacer como artista y dejó una huella indeleble en el mundo del jazz, reafirmando su lugar entre los grandes del género.
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